jueves, 21 de mayo de 2020

RetroCrítica: VALS CON BASHIR (Ari Folman, 2008)

"La guerra del Líbano y la masacre de Sabra y Chatila. Historia de un mundo sin memoria"


Vals Im Bashir (2008)
Cuando pensé en hacer una sección en la que comentar películas que recomendase y poder discutir sobre ellas de forma más profunda para aquellas personas que ya las hubiesen visto, nunca imaginé que fuese inaugurada con una película/documental israelí de animación que tratase uno de los episodios más crudos del conflicto palestino-israelí. Pero, sinceramente, Vals con Bashir de verdad merece su hueco en esta sección.

Antes de nada, un poco de contexto sobre su autor. Ari Folman es un director israelí al que no conocía de nada. En absoluto. Fue gracias a las recomendaciones que me llegaban desde diversas fuentes que me decidí a ver esta película, y ha sido todo un acierto. Se le conoce principalmente por su dirección en filmes de animación como El Congreso (2013), aunque su gran labor se encuentra en el mundo del guion, habiendo participado en múltiples capítulos de diversas series. Sin embargo, es gracias a Vals con Bashir que su figura se puso en el punto de mira de la crítica y público por la calidad de su obra. Y aún así es un director prácticamente desconocido.

La película sigue a su director, Ari Folman, quien es contactado por un amigo suyo a raíz de unas agobiantes pesadillas relacionadas con la guerra de Líbano. Esto le conducirá a entrevistarse a otras personas que participaron junto a él en la guerra, en un intento de recordar qué ocurrió exactamente en relación a este conflicto y uno de sus eventos más terroríficos: la masacre de Sabra y Chatila. Aunque se basa en un contexto histórico más o menos reciente y del que podemos conocer (o no) su desarrollo y consecuencias, esta obra pretende reconstruir desde cero los eventos que dieron lugar a su conclusión. En este sentido podríamos pensar que nos encontramos frente a uno de tantos documentales. Sin embargo, aquí entra en juego uno de sus aspectos cruciales y más atractivos: la animación.

Técnicamente, la película tiene un atractivo que es inmediato. Nada más entrar a la película tenemos una secuencia de perros rabiosos corriendo por las calles y asustando a los civiles. Desde esa primera escena podemos apreciar un estilo claramente inspirado en las viñetas, usando una mezcla de trazados gruesos y una paleta de colores mates que simplemente por el uso de la luz consiguen transmitir un aura de realismo sorprendente. En algunos momentos he llegado incluso a dudar si se trataba de rotoscopia (realizar trazados sobre imágenes reales), pero se trata de una armoniosa mezcla entre animación tradicional y digital. ¿Y por qué utiliza Ari Folman la animación para contar su historia? Un objetivo claro es atraer al público. Podemos vernos más atraídos por los dibujos que por los actores de carne y hueso. Pero podríamos cavilar e intentar ofrecer diferentes opiniones al respecto. En mi opinión, hay dos intenciones, aparte de la mencionada anteriormente: la primera, dar más control al director y poder hacer uso de iluminaciones, paletas de colores y planos poco convencionales en el mundo del documental y que dotan a la obra de un fuerte componente dramático e impresionante (cuando se ve la película se entiende); y la segunda, suavizar la violencia. Es cierto que muestra escenas claramente crudas y desgarradoras, pero al hacerlo a través de la animación, permite que el espectador no se vea abrumado en exceso. Y a mi parecer, estas tres funciones cumplen bastante bien con su cometido.

Entrando en el componente narrativo, la cinta es más que competente. Podemos apreciar que se sigue un esquema documental, en el que el director actúa de entrevistador a fin de obtener información sobre aquellos hechos que pretende presentar al público. Sin embargo, aquí se introduce un extra, un aliciente que justifica la búsqueda del director: él mismo fue partícipe de la masacre, pero no recuerda casi nada. Se guía por los vagos recuerdos que tiene e intenta hacerse una imagen completa de todo lo que ocurrió, para así poder, en cierto modo, reconciliarse consigo mismo. Al principio, se ve que su amigo le pide ayuda con sus pesadillas porque cree que el cine puede ser terapéutico, pero al final de la película descubrimos que a quien acaba ayudando es al propio director. Sin embargo, podríamos pensar que la amnesia que nuestro director sufre puede tener un significado más profundo. En cierto modo, nos podemos ver identificados con Ari Folman, porque nosotros también parecemos haber olvidado todo cuanto sucedió: el conflicto palestino-israelí no tiene apenas reconocimiento en el currículo escolar de hoy en día, y en un mundo de constante avance y de orgía informativa, es muy fácil olvidarse de la masacre. Sin embargo, una vez que entras en la película, al igual que Ari Folman, quieres seguir adelante, ya no por terminar, sino porque te sientes identificado con la intención de nuestro protagonista, quieres seguir para (re)descubrir qué pasó y cómo pasó, aunque pueda doler.
Si a esto le sumas un intimismo, un ritmo bastante equilibrado, una banda sonora que potencia la narrativa y un final desgarrador, nos encontramos frente a una de las mejores películas de animación que uno podría ver.

En definitiva, si has llegado hasta aquí, dale una oportunidad y échale un vistazo. Aunque pueda pasar desapercibida e incluso aunque no te llame la atención. Solo por ver una película que yo defenderé hasta el final. Puede que hasta se sorprenda.

viernes, 1 de mayo de 2020

Reseña: La Trilogía del Batzán (Dolores Redondo, 2013 - 2014)

"Un retrato de una Navarra tradicional de la mano de frágiles personajes."


La trilogía del Batzán, conformada por los libros El guardián invisible, Legado en los huesos y Ofrenda a la tormenta, es sin lugar a dudas una magnífica obra de novela negra con la que perderse en sus parajes rústicos de la Navarra más profunda, donde reinan los mitos y las creencias populares.


Ofrenda a la tormenta | Casi enteros

La trilogía pone el punto de vista en Amaia Salazar, una inspectora de la Policía Foral de Navarra brillante en su trabajo. Sus métodos se asemejan mucho a lo que podríamos observar en cualquier serie norteamericana de crímenes como podría ser CSI. Parece llevar una vida apacible en Pamplona con su marido hasta que, un día, un atroz crimen la hará volver a Elizondo, su pueblo natal, trayendo consigo una serie de consecuencias que acabarán llevando a nuestra protagonista al más profundo de los abismos...


Lo especial de esta trilogía es que actúa como una sola historia; es decir, se deben leer sí o sí los tres libros para poder culminar la historia apropiadamente. En lo personal, este hecho me fascina, ya que es una buena señal de que la historia está bien cohesionada. Además, no dejan de aparecer nuevos personajes, que más que desorientar al lector, Dolores Redondo consigue hacerlo de forma adecuada, sabiendo marcar los tiempos de entrada y salida sin que parezca extremadamente forzado. El retrato de la Navarra tradicional y sembrada de verdes bosques es todo un acierto y ayuda como catalizador para transmitir más efectivamente las sensaciones que se espera que tengamos al leer la historia. Cualquier otra localización no habría hecho justicia. Sin embargo, y el elemento más interesante, al menos para mí, es sin duda la construcción de personajes.

Desde la primera novela podemos apreciar personajes humanos. Amaia muy posiblemente sea uno de los personajes femeninos dentro del género de novela negra más importantes, no por sus dotes para la investigación, sino por tener una complejidad bien lograda. A medida que pasan las páginas, descubres a una mujer que pasa de la frivolidad profesional de su trabajo a un personajes de carne y hueso con sus preocupaciones, traumas, complicaciones... pero si solo se quedase ahí esta obra quedaría en otra similar a otras tantas con unos protagonistas frágiles. Sin embargo, aquí TODO el mundo tiene una descripción psicológica que, si a veces puede ser superficial, tiene mérito que la trilogía pare para poder explicar las motivaciones de sus personajes, sus opiniones respecto a sus compañeros, sus sentimientos hacia ciertas situaciones o personas, etcétera. Existe un momento crucial en la historia, en Ofrenda a la tormenta (el cual no desvelaré para evitar destripar la historia) en el que, tras unas secuencias trepidantes y de acción desenfrenada, todo se para a raíz de un suceso. Y en ese momento aprovecha para poder profundizar en los personajes y en cómo ello afecta a sus vidas. Sientes que la historia te lleva de la mano, haciéndote pasar hábilmente tanto por pasajes intrigantes en la investigación, como sosegados e incluso agobiantes en los momentos de reflexión y profundización.

A pesar de todo, la historia no es perfecta. Existen ciertas flaquezas en algunos puntos, como por ejemplo la previsibilidad de algunos giros en puntos determinados de la historia, aunque no es la norma. Además, la construcción psicológica no es perfecta en muchos casos, dándose en situaciones específicas cambios un tanto radicales de conducta en los que se explican vagamente los motivos.

Haciendo balance de todo lo positivo y negativo de esta trilogía, puedo afirmar, sin lugar a dudas, que La trilogía del Batzán es una historia decente en la que engancharse y poder perderse. Es, sin lugar a dudas, una gran historia de novela negra que, a mi parecer, ofrece un punto de vista fresco que podría perfectamente influir obras posteriores. Solo por esta trilogía, su ópera prima, ya merece la pena tener en el punto de mira a Dolores Redondo, quien continuaría en este universo con su novela La cara norte del corazón (2019), aunque eso es otra historia...